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La mítica serie británica El Prisionero cumple 50 años de su primera emisión

15 octubre, 2017 0 Comments

Hace 50 años la Tv británica estrenaría una de esas series que marcarían una época, pese a que quizás el paso del tiempo no le fue del todo favorable; hablo de El Prisionero, o The Prisoner, protagonizada por el aquel entonces reconocido Patrick Mc Goohan, quién también estuvo a cargo de la realización del guión de varios episodios, así como de la creación y concepción de la idea misma y su argumento, en conjunto con George Markstein. Los decorados y escenarios en los cuales transcurría la historia, estaban dentro de un marco en el cual en los años 60′ era considerado futurista, con cierta proximidad a lo referido el género de ciencia ficción. Entre aquellos que rindieron homenaje a esta serie, podemos mencionar tanto a la banda británica Iron Maiden, como a Los Simpsons, entre otros.

Tras una introducción que no es del todo clara, pero se presenta a manera de resumen, se da a entender que nuestro protagonista, un agente secreto del Gobierno Británico, es sedado y capturado tras descubrir información confidencial y renunciar a su puesto. El inicio de «Arrival», primer episodio de la misma, muestra a «número 6» (interpretado por McGoohan) sumamente desconcertado, tras despertarse en un lugar en el que nunca antes estuvo, y en dónde todo es incierto. Lo único claro al avanzar los minutos iniciales, es que nadie está dispuesto a ayudarlo a salir de allí, y que esta no será una tarea nada simple ni agradable. El sitio en dónde se encuentra es conocido como «La Aldea», y no hay mucha información respecto de su ubicación.

El encontrarse con «número 2», le dejará en claro el complejo panorama a afrontar, que está siendo
investigado desde hace tiempo y que necesitan información que por más que él se resista a entregar, de alguna manera buscarán formas de obtenerla. Tras un breve paseo aéreo dónde «número 2» le cuenta sobre «La Aldea», mientras le muestra el sitio, llega uno de los momentos claves de la serie; la aparición de una pelota blanca gigante, que captura a un extraño sujeto que se niega a obedecer, mientras la gente que circula alrededor se detiene a la par, todo delante de la mirada estupefacta del protagonista, que a cada instante se encuentra más confundido.

En lo que queda de episodio, tanto los intentos de conseguir información, como de escapar de aquel sitio,
resultarán inútiles para el «número 6», quién es perseguido y controlado en todo momento, y tendrá de enemigo principal a la bola blanca, que estará asediándolo durante todo el capítulo. La aparición de Cobb, un conocido, dará esperanzas por un instante, el cual parece haber pasado por un proceso similar al del personaje interpretado por McGoohan, pero su inmediata muerte lo dejará otra vez en la incertidumbre. El encuentro sobre el final con una mujer que dice conocer a Cobb aparece como la última opción posible, pero resulta ser una frustración más.

A ciencia cierta, los capítulos siguientes aclaran más bien poco respecto de los sucedido, y muestran que
escapar de «La Aldea» es casi imposible, tras fracasos múltiples del protagonista. Se reitera el mismo
concepto, sin saber quién es el responsable, o «número 1», ni cual es la información por la que está preso. Pese a la aparición de elementos surrealistas, y otros típicos de ciencia ficción, no se puede no concebir un concepto crítico en la idea de Markstein y McGoohan, sobre las sociedades de control, el hecho de tratar como números a las personas, el conformismo de aquellos que ante algo irresoluble, escogen la simple aceptación pacífica, y el asunto complejo de encarcelar a quienes vienen a quebrantar, cuestionar o demostrar las fallas de un sistema establecido, así como el ejercicio constante de poder de unos pocos sobre los actos humanos dentro de la sociedad, y la forma en que se escoge que información debe salir a flote y cual debe permanecer oculta.

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